La vida de Hélène Feillet (1812-1889) estuvo llena de emprendimiento y creatividad. Hélène nació en París y recibió una educación artística, gracias a formar parte de una familia de pintores. Su padre, Pierre Jacques Feillet, participó en un importante proyecto en Madrid, liderado por José de Madrazo, consistente en reproducir mediante litografías las grandes obras del Museo del Prado, mientras que su abuelo materno fue también pintor y maestro de su hijo.
Tanto Hélène como su hermana Blanche pudieron recibir una formación como artistas gracias a su ambiente familiar, en un momento en el que muy pocas mujeres accedían a la educación artística, dado que el ingreso en las Escuelas de Bellas Artes les estaba vetado. No solo eso, sino que ambas mujeres se dedicaron profesionalmente al arte, algo realmente insólito en su época. Cultivaron la pintura y la litografía, una técnica de impresión que debe su nombre a que la plancha sobre la que se aplican las tintas es de piedra. Hélène tuvo la oportunidad de conocer el ambiente artístico de Madrid, cuando se desplazó allí con su padre y el resto de la familia, y colaboró con la revista “El Artista”, aportando cinco litografías a esta emblemática publicación. Como parte de su trabajo mientras estuvo en Madrid, realizó dos litografías con las que reprodujo sendas ilustraciones de Genaro Pérez de Villaamil, uno de los pintores y grabadores más representativos del Romanticismo español, para el libro “Panorama Matritense” de Mesonero Romanos.
Hélène se instaló en Baiona, junto a su familia, en el año 1834. En 1842 el Ministerio del Interior francés le encargó un cuadro que representara la visita que el Duque de Orleans había realizado a esta ciudad. El hecho de que fuera una institución la que comisionara el trabajo, junto a su tema -la pintura histórica era un género tradicionalmente atribuido a los hombres- denota el prestigio con el que la pintora contaba en aquel momento.
Residiendo en esta ciudad, ella y su hermana Blanche comenzaron uno de sus proyectos más ambiciosos: la elaboración de varias guías turísticas de Euskal Herria, que incluían sus litografías como ilustraciones. Fueron editadas por Charles Hennebutte, un impresor y editor casado con Blanche. En aquel momento, la fotografía todavía no se había popularizado y era muy común recurrir a los grabados para ilustrar las publicaciones. La obra más emblemática fue “Guide du voyaguer de Bayonne a St-Sébastian”, publicada en 1852.
Las dos hermanas se desplazaron por el territorio, documentando aquellos lugares que incluirían en sus guías. También en esto fueron pioneras, ya que, en el s. XIX, la gran centuria de los viajes y exploraciones, era poco común que las mujeres viajaran. Realizaban un boceto del natural a lápiz o carboncillo, que después, una vez de vuelta en Baiona, convertían en litografías. En la imagen escogida para ilustrar Hondarribia, podemos ver la característica imagen de la Calle Mayor, desde la puerta de Santa María, con la torre de la Iglesia asomando al fondo. También existe una bella vista del perfil del casco histórico representada desde Hendaia y otra, probablemente, desde la zona del Puntal. En ocasiones, los dibujos se desechaban y no llegaban a convertirse en litografías, como es el caso de una pintoresca vista de la calle Tiendas y sus balcones en voladizo. Las hermanas trabajaban codo con codo de tal manera que, en ocasiones, incluso una de ellas realizaba el dibujo mientras que la otra llevaba a cabo la litografía.
Lugar: Mirador del sobre la bahía
Este rincón es uno de los lugares de Hondarribia desde el que podemos contemplar una de las más bellas vistas sobre la Bahía del Txingudi, que, además, permite entender mejor la configuración de la desembocadura del Bidasoa y la situación de sus tres municipios. Desde el otro lado del río, en Hendaia, fueron innumerables las obras de arte que plasmaron la característica silueta de la villa, con su campanario como elemento más representativo, incluidos los grabados de las hermanas Feillet.
La vida de Hélène Feillet (1812-1889) estuvo llena de emprendimiento y creatividad. Hélène nació en París y recibió una educación artística, gracias a formar parte de una familia de pintores. Su padre, Pierre Jacques Feillet, participó en un importante proyecto en Madrid, liderado por José de Madrazo, consistente en reproducir mediante litografías las grandes obras del Museo del Prado, mientras que su abuelo materno fue también pintor y maestro de su hijo.
Tanto Hélène como su hermana Blanche pudieron recibir una formación como artistas gracias a su ambiente familiar, en un momento en el que muy pocas mujeres accedían a la educación artística, dado que el ingreso en las Escuelas de Bellas Artes les estaba vetado. No solo eso, sino que ambas mujeres se dedicaron profesionalmente al arte, algo realmente insólito en su época. Cultivaron la pintura y la litografía, una técnica de impresión que debe su nombre a que la plancha sobre la que se aplican las tintas es de piedra. Hélène tuvo la oportunidad de conocer el ambiente artístico de Madrid, cuando se desplazó allí con su padre y el resto de la familia, y colaboró con la revista “El Artista”, aportando cinco litografías a esta emblemática publicación. Como parte de su trabajo mientras estuvo en Madrid, realizó dos litografías con las que reprodujo sendas ilustraciones de Genaro Pérez de Villaamil, uno de los pintores y grabadores más representativos del Romanticismo español, para el libro “Panorama Matritense” de Mesonero Romanos.
Hélène se instaló en Baiona, junto a su familia, en el año 1834. En 1842 el Ministerio del Interior francés le encargó un cuadro que representara la visita que el Duque de Orleans había realizado a esta ciudad. El hecho de que fuera una institución la que comisionara el trabajo, junto a su tema -la pintura histórica era un género tradicionalmente atribuido a los hombres- denota el prestigio con el que la pintora contaba en aquel momento.
Residiendo en esta ciudad, ella y su hermana Blanche comenzaron uno de sus proyectos más ambiciosos: la elaboración de varias guías turísticas de Euskal Herria, que incluían sus litografías como ilustraciones. Fueron editadas por Charles Hennebutte, un impresor y editor casado con Blanche. En aquel momento, la fotografía todavía no se había popularizado y era muy común recurrir a los grabados para ilustrar las publicaciones. La obra más emblemática fue “Guide du voyaguer de Bayonne a St-Sébastian”, publicada en 1852.
Las dos hermanas se desplazaron por el territorio, documentando aquellos lugares que incluirían en sus guías. También en esto fueron pioneras, ya que, en el s. XIX, la gran centuria de los viajes y exploraciones, era poco común que las mujeres viajaran. Realizaban un boceto del natural a lápiz o carboncillo, que después, una vez de vuelta en Baiona, convertían en litografías. En la imagen escogida para ilustrar Hondarribia, podemos ver la característica imagen de la Calle Mayor, desde la puerta de Santa María, con la torre de la Iglesia asomando al fondo. También existe una bella vista del perfil del casco histórico representada desde Hendaia y otra, probablemente, desde la zona del Puntal. En ocasiones, los dibujos se desechaban y no llegaban a convertirse en litografías, como es el caso de una pintoresca vista de la calle Tiendas y sus balcones en voladizo. Las hermanas trabajaban codo con codo de tal manera que, en ocasiones, incluso una de ellas realizaba el dibujo mientras que la otra llevaba a cabo la litografía.
Lugar: Mirador del sobre la bahía
Este rincón es uno de los lugares de Hondarribia desde el que podemos contemplar una de las más bellas vistas sobre la Bahía del Txingudi, que, además, permite entender mejor la configuración de la desembocadura del Bidasoa y la situación de sus tres municipios. Desde el otro lado del río, en Hendaia, fueron innumerables las obras de arte que plasmaron la característica silueta de la villa, con su campanario como elemento más representativo, incluidos los grabados de las hermanas Feillet.