Estamos en el paseo de Colón, en la esquina con la calle de la Aduana. Por distintos testimonios, orales y escritos, podemos pensar que aquí se encontraba el taller de las hermanas Bonnecaze, luego de Graciosa Bonnecaze, quizá el más importante entre los muchos talleres de costura que hubo en Irun.

Irun siempre fue un importante centro del comercio de telas. Por su posición y por las normas forales hasta el establecimiento de la aduana en 1841, había en la ciudad acaudalados importadores de tejidos que se surtían especialmente en la colonia judía de Baiona. Existen documentos que prueban que algunos de esos comerciantes eran mujeres, tanto a un lado como al otro del Bidasoa. Como desarrollo lógico y, más tarde, como consecuencia del surgimiento del turismo, muchas mujeres donostiarras o de vacaciones en la capital, venían a Irun a comprar telas y a vestirse. Eso dio lugar al nacimiento de importantes talleres, regentados por grandes profesionales de la costura que no dudaban en viajar a París para estar al tanto de las últimas novedades. En el mismo sentido, en Irun se publicó una de las primeras revistas de moda del Estado, “El figurín”, surgida de los mismos talleres en los que después se publicaría El Bidasoa.

En el taller de las Bonnecaze trabajan al tiempo unas cincuenta mujeres. El trabajo era físicamente ingrato, por las posturas y la falta de luz, pero se desarrollaba en un ambiente muy alejado de la soledad y el control de las criadas o la dureza de las fábricas. Además, las operarias eran las mejor vestidas de la Ciudad y provocaron, incluso, al surgimiento de una canción cuyo contenido se ha perdido, pero que daba testimonio de su elegancia y belleza.

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Estamos en el paseo de Colón, en la esquina con la calle de la Aduana. Por distintos testimonios, orales y escritos, podemos pensar que aquí se encontraba el taller de las hermanas Bonnecaze, luego de Graciosa Bonnecaze, quizá el más importante entre los muchos talleres de costura que hubo en Irun.

Irun siempre fue un importante centro del comercio de telas. Por su posición y por las normas forales hasta el establecimiento de la aduana en 1841, había en la ciudad acaudalados importadores de tejidos que se surtían especialmente en la colonia judía de Baiona. Existen documentos que prueban que algunos de esos comerciantes eran mujeres, tanto a un lado como al otro del Bidasoa. Como desarrollo lógico y, más tarde, como consecuencia del surgimiento del turismo, muchas mujeres donostiarras o de vacaciones en la capital, venían a Irun a comprar telas y a vestirse. Eso dio lugar al nacimiento de importantes talleres, regentados por grandes profesionales de la costura que no dudaban en viajar a París para estar al tanto de las últimas novedades. En el mismo sentido, en Irun se publicó una de las primeras revistas de moda del Estado, “El figurín”, surgida de los mismos talleres en los que después se publicaría El Bidasoa.

En el taller de las Bonnecaze trabajan al tiempo unas cincuenta mujeres. El trabajo era físicamente ingrato, por las posturas y la falta de luz, pero se desarrollaba en un ambiente muy alejado de la soledad y el control de las criadas o la dureza de las fábricas. Además, las operarias eran las mejor vestidas de la Ciudad y provocaron, incluso, al surgimiento de una canción cuyo contenido se ha perdido, pero que daba testimonio de su elegancia y belleza.

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