Vicenta Olazabal Arbelaiz fue una visionaria, convirtiéndose en 1860 en la persona más rica de Irun. Estuvo detrás, además, de los cambios urbanísticos más importantes de la ciudad.
La generación de Vicenta Olazabal fue testigo, en la segunda mitad del siglo XIX, de como con la llegada del tren y la aduana, la ciudadanía de Irun se multiplicaba por cuatro. En el transcurso de la vida de Vicenta, Irun dejó de ser una aldea rural de 3.000 habitantes para pasar a ser una ciudad industrial de 12.000 habitantes.
Vicenta era hija las de familias conservadoras de Irun Olazabal y Arbelaiz. Su familia era contraria al desarrollo industrial y a la llegada del tren, pero Vicenta supo aprovechar, como nadie, los cambios que se avecinaban para enriquecerse. Todo comenzó al alquilar la casa que tenía junto a San Juan Harri al Estado, donde ubicarían el primer edificio de la Aduana en Irun.
Su golpe de fortuna llegó, sin embargo, con un incendio. En 1857, el fuego iniciado en la calle Larretxipi, calcinó toda la calle y también la casa que Vicenta tenía en la plaza San Juan. Con objeto de reparar los destrozos, el Ayuntamiento, aprovechando la ocasión, puso en marcha la reforma urbanística que había perseguido durante mucho tiempo: ampliar la plaza de San Juan. Y Vicenta, reformó sus tierras y viviendas.
En la lado que daba a la renovada plaza San Juan, levantó un palacio que trazó el maestro de obra francés Remy Salís. El palacio llegaría a ser el primer Casino de Irun y así sería recordado por la población, sin noticia alguna de Vicenta Olazabal Arbelaitz.
Al otro lado, levantó casas populares para alquilar a la clase trabajadora que estaba por venir.
Vicenta tuvo una gran capacidad para enriquecerse, pero también le debemos que enriqueciera nuestra ciudad. Vicenta pone de relieve que las mujeres, ricas o pobres, siempre hemos sido invisibilizadas.
Vicenta Olazabal Arbelaiz fue una visionaria, convirtiéndose en 1860 en la persona más rica de Irun. Estuvo detrás, además, de los cambios urbanísticos más importantes de la ciudad.
La generación de Vicenta Olazabal fue testigo, en la segunda mitad del siglo XIX, de como con la llegada del tren y la aduana, la ciudadanía de Irun se multiplicaba por cuatro. En el transcurso de la vida de Vicenta, Irun dejó de ser una aldea rural de 3.000 habitantes para pasar a ser una ciudad industrial de 12.000 habitantes.
Vicenta era hija las de familias conservadoras de Irun Olazabal y Arbelaiz. Su familia era contraria al desarrollo industrial y a la llegada del tren, pero Vicenta supo aprovechar, como nadie, los cambios que se avecinaban para enriquecerse. Todo comenzó al alquilar la casa que tenía junto a San Juan Harri al Estado, donde ubicarían el primer edificio de la Aduana en Irun.
Su golpe de fortuna llegó, sin embargo, con un incendio. En 1857, el fuego iniciado en la calle Larretxipi, calcinó toda la calle y también la casa que Vicenta tenía en la plaza San Juan. Con objeto de reparar los destrozos, el Ayuntamiento, aprovechando la ocasión, puso en marcha la reforma urbanística que había perseguido durante mucho tiempo: ampliar la plaza de San Juan. Y Vicenta, reformó sus tierras y viviendas.
En la lado que daba a la renovada plaza San Juan, levantó un palacio que trazó el maestro de obra francés Remy Salís. El palacio llegaría a ser el primer Casino de Irun y así sería recordado por la población, sin noticia alguna de Vicenta Olazabal Arbelaitz.
Al otro lado, levantó casas populares para alquilar a la clase trabajadora que estaba por venir.
Vicenta tuvo una gran capacidad para enriquecerse, pero también le debemos que enriqueciera nuestra ciudad. Vicenta pone de relieve que las mujeres, ricas o pobres, siempre hemos sido invisibilizadas.