Aunque la fuente situada debajo del ayuntamiento fue instalada en el siglo XIX, al menos desde doscientos años antes había una fuente en el punto de Berdellegi o Merdellegi (este último nombre podría venirle de ser el lugar donde iban a parar los restos de los «retretes» del Ayuntamiento, lo que hacía de él el campo más solicitado de Irun, por ser el más abonado).

La actual fuente fue establecida en la gran reforma de las fuentes y del urbanismo que siguió a la primera guerra carlista, a mediados del siglo XIX, pero lo que nos interesa de verdad no es tanto esta fuente en concreto, sino las mujeres que trabajaban en torno a ella, las aguadoras.

Hasta que el agua corriente llegó a las casas, lo que en Irun ocurrió a finales del siglo XIX, alguien tenía que ocuparse de ir a por ella a las fuentes y regatas. En las casas pudientes, había una criada que dedicaba prácticamente toda su jornada a surtir de agua las diferentes necesidades de la casa a la que servía: arrancaban su jornada muy temprano, para que los señores tuvieran agua para su aseo matinal y el desayuno y acarreaban durante todo el día sus sullas y pedarras, con enorme peso. Era la «moza de cántaro», normalmente la más joven y menos experimentada de las criadas.

Una variante del oficio era la de las mujeres independientes, que no trabajaban para una casa en concreto, y que vendían el agua a los domicilios o, sencillamente, por las calles en la época de grandes calores. Las aguadoras tenían fama de estar muy politizadas y de ser mujeres de rompe y rasga. No es de extrañar, pues pasaban el día en la fuente, en la calle y se curtían con el peso que transportaban sobre la cabeza.

Aunque la fuente situada debajo del ayuntamiento fue instalada en el siglo XIX, al menos desde doscientos años antes había una fuente en el punto de Berdellegi o Merdellegi (este último nombre podría venirle de ser el lugar donde iban a parar los restos de los «retretes» del Ayuntamiento, lo que hacía de él el campo más solicitado de Irun, por ser el más abonado).

La actual fuente fue establecida en la gran reforma de las fuentes y del urbanismo que siguió a la primera guerra carlista, a mediados del siglo XIX, pero lo que nos interesa de verdad no es tanto esta fuente en concreto, sino las mujeres que trabajaban en torno a ella, las aguadoras.

Hasta que el agua corriente llegó a las casas, lo que en Irun ocurrió a finales del siglo XIX, alguien tenía que ocuparse de ir a por ella a las fuentes y regatas. En las casas pudientes, había una criada que dedicaba prácticamente toda su jornada a surtir de agua las diferentes necesidades de la casa a la que servía: arrancaban su jornada muy temprano, para que los señores tuvieran agua para su aseo matinal y el desayuno y acarreaban durante todo el día sus sullas y pedarras, con enorme peso. Era la «moza de cántaro», normalmente la más joven y menos experimentada de las criadas.

Una variante del oficio era la de las mujeres independientes, que no trabajaban para una casa en concreto, y que vendían el agua a los domicilios o, sencillamente, por las calles en la época de grandes calores. Las aguadoras tenían fama de estar muy politizadas y de ser mujeres de rompe y rasga. No es de extrañar, pues pasaban el día en la fuente, en la calle y se curtían con el peso que transportaban sobre la cabeza.

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