La confusión era enorme: muchas compañías no se pusieron a las órdenes del General –al que no acompañaba el Comandante– durante la revista de Armas, negándole el banderín y recibiéndole con abucheos y malos gestos. La ciudad se llenó de pasquines llamando a desfilar a las 8:15 desde el barrio de Dunboa y no acudir a la tradicional arrancada en la plaza Urdanibia. A lo largo de la tarde-noche, llegaron noticias de compañías enteras que habían decidido desfilar en el Alarde Alternativo y, aunque, por ejemplo, la batería de Artillería emitió un comunicado anunciando que acataba el resultado de la votación, a primeras horas de la madrugada no quedaba ya compañía que resistiera.
Por su parte, las mujeres a favor de la participación decidieron aceptar el lugar que el Alcalde les había asignado, detrás de la Artillería, y dos representantes acudieron al domicilio del general Vergara para indicarle su intención de tomar parte en el Alarde detrás de Artillería. Pero nadie las recibió.
Por la mañana, aún había esperanzas de que alguna compañía compareciera. No fue así. Incluso el General Vergara fue “persuadido” durante la noche para que encabezara el “Alarde alternativo” que resultó multitudinario. Le acompañaba al frente de la tropa el dimitido comandante, Beñardo Urtizberea, que un año después ocupará el puesto de General.
La formación propia que formaron las mujeres y los hombres favorables a su participación realizó la Arrancada a la hora fijada por la Ordenanza, entre agresiones y lanzamientos de botellas que causaron varios heridos. Subieron por una cuesta San Marcial casi vacía de público; iban rodeadas por un cordón de seguridad formado por personas solidarias venidas de distintos puntos de Euskal Herria que se llevaron la peor parte de las agresiones, pero que no las abandonó. Llegaron a las puertas del Ayuntamiento, donde solicitaron que les fuera entregada la bandera de la Ciudad, por considerar que integraban el único Alarde legítimo que ese día transcurría por la ciudad. Sin embargo, no sólo no se les entregó la bandera sino que se les comunicó que el Alarde había sido suspendido.
La confusión era enorme: muchas compañías no se pusieron a las órdenes del General –al que no acompañaba el Comandante– durante la revista de Armas, negándole el banderín y recibiéndole con abucheos y malos gestos. La ciudad se llenó de pasquines llamando a desfilar a las 8:15 desde el barrio de Dunboa y no acudir a la tradicional arrancada en la plaza Urdanibia. A lo largo de la tarde-noche, llegaron noticias de compañías enteras que habían decidido desfilar en el Alarde Alternativo y, aunque, por ejemplo, la batería de Artillería emitió un comunicado anunciando que acataba el resultado de la votación, a primeras horas de la madrugada no quedaba ya compañía que resistiera.
Por su parte, las mujeres a favor de la participación decidieron aceptar el lugar que el Alcalde les había asignado, detrás de la Artillería, y dos representantes acudieron al domicilio del general Vergara para indicarle su intención de tomar parte en el Alarde detrás de Artillería. Pero nadie las recibió.
Por la mañana, aún había esperanzas de que alguna compañía compareciera. No fue así. Incluso el General Vergara fue “persuadido” durante la noche para que encabezara el “Alarde alternativo” que resultó multitudinario. Le acompañaba al frente de la tropa el dimitido comandante, Beñardo Urtizberea, que un año después ocupará el puesto de General.
La formación propia que formaron las mujeres y los hombres favorables a su participación realizó la Arrancada a la hora fijada por la Ordenanza, entre agresiones y lanzamientos de botellas que causaron varios heridos. Subieron por una cuesta San Marcial casi vacía de público; iban rodeadas por un cordón de seguridad formado por personas solidarias venidas de distintos puntos de Euskal Herria que se llevaron la peor parte de las agresiones, pero que no las abandonó. Llegaron a las puertas del Ayuntamiento, donde solicitaron que les fuera entregada la bandera de la Ciudad, por considerar que integraban el único Alarde legítimo que ese día transcurría por la ciudad. Sin embargo, no sólo no se les entregó la bandera sino que se les comunicó que el Alarde había sido suspendido.