En 1659, representantes de la monarquía hispánica y de la monarquía francesa se reunieron en la Isla de los Faisanes. Las negociaciones, que se prolongaron durante todo el verano, tuvieron como objetivo la firma de un definitivo acuerdo de paz, que fue bautizado como el Tratado de los Pirineos. Su nombre se debía a que la cordillera se establecía como frontera entre ambos países. Atrás quedaba el sitio de Hondarribia del año 38, pero la famosa paz tenía que ver con todo lo sucedido décadas atrás.
Un año más tarde, en 1660, el tratado se ratificó con el matrimonio entre María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, y el rey francés Luis XIV. El llamado Rey Sol había nacido precisamente en el año del Sitio de Hondarribia, sucediendo en el trono a su padre Luis XIII. Un matrimonio de peso político era imprescindible para el joven monarca y qué mejor que casarse con la hija de su antiguo enemigo y, así, sellar la paz a través de la alianza de las familias.
La boda se celebró por poderes en la parroquia de Hondarribia; es decir, el rey francés denegó su presencia y fue sustituido en la ceremonia por la figura de Luis Méndez de Haro. La infanta y todo el séquito real se alojaron en el castillo de Carlos V. El pintor Diego Velázquez, aposentador mayor de la corte, fue el responsable de la organización del protocolo. Un par de días después del acontecimiento, María Teresa acudió a la Isla de los Faisanes junto a su padre el rey, , y, allí, su ya marido la espió entre arbustos para comprobar si era de su gusto. Felipe IV se reencontraba con su hermana Ana de Austria, la reina viuda, a la que no veía desde mucho tiempo atrás. Finalmente, seis días después de la boda, Luis XIV y María Teresa de Austria se conocieron oficialmente, cuando ella cruzó el Bidasoa para volver a celebrar la ceremonia en la Iglesia de San Juan de Luz.
Hondarribia y el Bidasoa volvían a ser testigos de un matrimonio real. La madre de María Teresa había sido intercambiada en el Bidasoa una generación atrás. La historia se repetía y una mujer volvía a ser utilizada como herramienta de pactos políticos.
En 1659, representantes de la monarquía hispánica y de la monarquía francesa se reunieron en la Isla de los Faisanes. Las negociaciones, que se prolongaron durante todo el verano, tuvieron como objetivo la firma de un definitivo acuerdo de paz, que fue bautizado como el Tratado de los Pirineos. Su nombre se debía a que la cordillera se establecía como frontera entre ambos países. Atrás quedaba el sitio de Hondarribia del año 38, pero la famosa paz tenía que ver con todo lo sucedido décadas atrás.
Un año más tarde, en 1660, el tratado se ratificó con el matrimonio entre María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, y el rey francés Luis XIV. El llamado Rey Sol había nacido precisamente en el año del Sitio de Hondarribia, sucediendo en el trono a su padre Luis XIII. Un matrimonio de peso político era imprescindible para el joven monarca y qué mejor que casarse con la hija de su antiguo enemigo y, así, sellar la paz a través de la alianza de las familias.
La boda se celebró por poderes en la parroquia de Hondarribia; es decir, el rey francés denegó su presencia y fue sustituido en la ceremonia por la figura de Luis Méndez de Haro. La infanta y todo el séquito real se alojaron en el castillo de Carlos V. El pintor Diego Velázquez, aposentador mayor de la corte, fue el responsable de la organización del protocolo. Un par de días después del acontecimiento, María Teresa acudió a la Isla de los Faisanes junto a su padre el rey, , y, allí, su ya marido la espió entre arbustos para comprobar si era de su gusto. Felipe IV se reencontraba con su hermana Ana de Austria, la reina viuda, a la que no veía desde mucho tiempo atrás. Finalmente, seis días después de la boda, Luis XIV y María Teresa de Austria se conocieron oficialmente, cuando ella cruzó el Bidasoa para volver a celebrar la ceremonia en la Iglesia de San Juan de Luz.
Hondarribia y el Bidasoa volvían a ser testigos de un matrimonio real. La madre de María Teresa había sido intercambiada en el Bidasoa una generación atrás. La historia se repetía y una mujer volvía a ser utilizada como herramienta de pactos políticos.