Ese mismo año de 1638, los representantes de ambos ejércitos se reunieron en el Palacio de Casadevante, situado en la calle Mayor, y firmaron una tregua entre los dos países. Fue una paz temporal, ya que tuvieron que pasar diez años más para que la Guerra de los Treinta Años finalizara con la firma del Tratado de Westfalia. Ni siquiera ese último acuerdo puso fin a las tensiones entre el Reino de Francia y la Monarquía Hispánica, que prolongaron su guerra personal hasta el año 1659. El final de la Guerra de los Treinta Años marcaría el declive de la casa de los Habsburgo en favor del poder borbónico francés.
Es célebre la frase que el Almirante de Castilla transmitió por carta a su mujer y que sirve para ilustrar el final del sitio: “Amiga: como no sabes de guerra, te diré que el campo enemigo se dividió en cuatro partes: una huyó, otra matamos, otra prendimos, y la otra se ahogó. Quédate con Dios, que yo me voy a cenar a Fuenterrabía”.
La victoria contra los franceses del 7 de septiembre, que se produjo gracias a la llegada de las tropas de refuerzo, fue atribuida a la Virgen de Guadalupe. Tal y como se había prometido al inicio de la contienda en caso de salir vencedores, hicieron un voto, firmado por todas las autoridades civiles y eclesiásticas, con el que se comprometían en acudir en procesión hasta la ermita de Guadalupe cada 8 de septiembre. Era al mismo tiempo una revista de armas, práctica común desde la Edad Media en la que los habitantes de un lugar revisaban su armamento y acompañaban el acto sacro. De esta manera, la celebración anual se convertía en un acto de carácter militar y religioso al mismo tiempo. Tal y como señalaba el documento, se trataba “de una fiesta y regocijo sin limitación alguna”.
Ese mismo año de 1638, los representantes de ambos ejércitos se reunieron en el Palacio de Casadevante, situado en la calle Mayor, y firmaron una tregua entre los dos países. Fue una paz temporal, ya que tuvieron que pasar diez años más para que la Guerra de los Treinta Años finalizara con la firma del Tratado de Westfalia. Ni siquiera ese último acuerdo puso fin a las tensiones entre el Reino de Francia y la Monarquía Hispánica, que prolongaron su guerra personal hasta el año 1659. El final de la Guerra de los Treinta Años marcaría el declive de la casa de los Habsburgo en favor del poder borbónico francés.
Es célebre la frase que el Almirante de Castilla transmitió por carta a su mujer y que sirve para ilustrar el final del sitio: “Amiga: como no sabes de guerra, te diré que el campo enemigo se dividió en cuatro partes: una huyó, otra matamos, otra prendimos, y la otra se ahogó. Quédate con Dios, que yo me voy a cenar a Fuenterrabía”.
La victoria contra los franceses del 7 de septiembre, que se produjo gracias a la llegada de las tropas de refuerzo, fue atribuida a la Virgen de Guadalupe. Tal y como se había prometido al inicio de la contienda en caso de salir vencedores, hicieron un voto, firmado por todas las autoridades civiles y eclesiásticas, con el que se comprometían en acudir en procesión hasta la ermita de Guadalupe cada 8 de septiembre. Era al mismo tiempo una revista de armas, práctica común desde la Edad Media en la que los habitantes de un lugar revisaban su armamento y acompañaban el acto sacro. De esta manera, la celebración anual se convertía en un acto de carácter militar y religioso al mismo tiempo. Tal y como señalaba el documento, se trataba “de una fiesta y regocijo sin limitación alguna”.