Ante vosotras está la Bodega Alcanadre, una de las últimas muestras del comercio tradicional que aún perdura en Irun.
Esta bodega está ubicada en la calle Larretxipi, que fue una de las calles más importantes para el comercio de Irun. Aquí se abrió el primer gimnasio y en un momento llegó a contar con once sidrerías. Cabe recordar que era por esta calle por donde llegaba la diligencia a Irun y donde comenzaba propiamente el centro urbano.
Las mujeres empezaban a trabajar hacia los 12 años, y hasta los 25, en que solían contraer matrimonio, las chavalas empleaban su esfuerzo en conseguir una buena dote para poder elegir con quien casarse. Una vez realizado el enlace, esta dote iba a parar al negocio u oficio del marido. Por ejemplo, si él era carpintero, con este dinero extra se ponía por su cuenta y abría su taller. En una ciudad tan comercial como Irun, que duplicó su población cada diez años durante el siglo XIX, muchas mujeres empleaban su dote en abrir tiendas y comercios. Por regla general, la pareja trabaja conjuntamente para llevar adelante el negocio, pese a que normalmente los nombres de la mujeres no aparecían en los censos vinculados a su actividad profesional. Las tiendas, además de pequeños negocios, eran un lugar de encuentro y palique.
En Irun ha habido tiendas famosísimas como la mercería y fábrica de botones Narbarte, la ferretería de Estomba en la calle Uranzu, Agirre, la confitería Elgorriaga o Recondo en pleno Paseo Colón, con sus tres lujosos mostradores.
Más allá de los comercios, también había comerciantes ambulantes, en su mayoría mujeres, como las pescadoras, las del carro de chuches y helados, la del pan, etc.
Ante vosotras está la Bodega Alcanadre, una de las últimas muestras del comercio tradicional que aún perdura en Irun.
Esta bodega está ubicada en la calle Larretxipi, que fue una de las calles más importantes para el comercio de Irun. Aquí se abrió el primer gimnasio y en un momento llegó a contar con once sidrerías. Cabe recordar que era por esta calle por donde llegaba la diligencia a Irun y donde comenzaba propiamente el centro urbano.
Las mujeres empezaban a trabajar hacia los 12 años, y hasta los 25, en que solían contraer matrimonio, las chavalas empleaban su esfuerzo en conseguir una buena dote para poder elegir con quien casarse. Una vez realizado el enlace, esta dote iba a parar al negocio u oficio del marido. Por ejemplo, si él era carpintero, con este dinero extra se ponía por su cuenta y abría su taller. En una ciudad tan comercial como Irun, que duplicó su población cada diez años durante el siglo XIX, muchas mujeres empleaban su dote en abrir tiendas y comercios. Por regla general, la pareja trabaja conjuntamente para llevar adelante el negocio, pese a que normalmente los nombres de la mujeres no aparecían en los censos vinculados a su actividad profesional. Las tiendas, además de pequeños negocios, eran un lugar de encuentro y palique.
En Irun ha habido tiendas famosísimas como la mercería y fábrica de botones Narbarte, la ferretería de Estomba en la calle Uranzu, Agirre, la confitería Elgorriaga o Recondo en pleno Paseo Colón, con sus tres lujosos mostradores.
Más allá de los comercios, también había comerciantes ambulantes, en su mayoría mujeres, como las pescadoras, las del carro de chuches y helados, la del pan, etc.