El Tren Txikito venía desde Elizondo y llegaba – siguiendo el recorrido que hoy ocupa la Variante- hasta el apeadero que tenía al final del Paseo Colón.  Desde ahí los viajeros podían continuar su viaje hacia Donostia o Iparralde, bien en Topo, bien en Ferrocarril.La estación principal de Irun era sin embargo, la de Kostorbe.

El recorrido de este tren de vía estrecha lo hacía ideal para el trabajo de las estraperlistas. Aunque no suele tenerse del todo claro, hay una diferencia esencial entre el estraperlo y el contrabando. Éste último consiste en eludir el control aduanero en la frontera, para evitar el pago de aranceles mientras que el estraperlo se produce únicamente en el entorno de la posguerra. Entonces se declara el estanco o control por el Estado de la producción y distribución de ciertos productos debido a su escasez. Los productos afectados se declaraban racionados y debían adquirirse mediante la cartilla de racionamiento, que daba derecho a ciertas cantidades del producto por persona.

Sin embargo, había maneras de eludir el racionamiento, especialmente en el momento de su producción. Bastaba con no declarar una cierta cantidad y pasarla al mercado negro. Un ejército de hombres y, a este nivel, sobre todo de mujeres se encargaba de traer las mercancías desde el campo a la ciudad; aquí adquirían, a cambio, cosas que podían ser interesantes en el medio rural, como medicamentos o tejidos.

Debido a su posición geográfica, el contrabando ha sido toda una tradición en Irun. Antes del establecimiento de la Aduana, cuando existía la alcaldía de sacas provincial, el delito era extraer productos (aquellos que la Diputación establecía), no introducirlos, salvo casos y ocasiones muy concretas. A partir de 1841, cuando se establece la Aduana, estará prohibido el comercio en ambos sentidos sin el pago de los correspondientes aranceles. El tránsito ilícito se hizo durante décadas en escalas muy diferentes, pero, en general, las mujeres han realizado un contrabando pequeño y doméstico. Y en cada momento destacaba aquello que resultaba escaso, de calidad inferior o que estaba de moda en Europa pero no llegaba a la península, como puntillas, sacarina, yogures, las vajillas duralex, Ricoré, café, o los pantalones Levis y los equipos de música en los años 70.

Este pequeño contrabando era casi universal en la ciudad, pero había mujeres que se dedicaban a ello profesionalmente. Algunas relatan cómo hacían cuatro viajes al día a Hendaia, uno en topo, otro en bici, otro por Santiago y el último por Behobia. También era común encontrar a bastantes mujeres en el lado hendaiarra esperando que el cambio de turno en la Guardia Civil hiciera entrar al trabajo al policía que, mediante el pago de una comisión o soborno, estaba dispuesto a hacer la vista gorda.

El Tren Txikito venía desde Elizondo y llegaba – siguiendo el recorrido que hoy ocupa la Variante- hasta el apeadero que tenía al final del Paseo Colón.  Desde ahí los viajeros podían continuar su viaje hacia Donostia o Iparralde, bien en Topo, bien en Ferrocarril.La estación principal de Irun era sin embargo, la de Kostorbe.

El recorrido de este tren de vía estrecha lo hacía ideal para el trabajo de las estraperlistas. Aunque no suele tenerse del todo claro, hay una diferencia esencial entre el estraperlo y el contrabando. Éste último consiste en eludir el control aduanero en la frontera, para evitar el pago de aranceles mientras que el estraperlo se produce únicamente en el entorno de la posguerra. Entonces se declara el estanco o control por el Estado de la producción y distribución de ciertos productos debido a su escasez. Los productos afectados se declaraban racionados y debían adquirirse mediante la cartilla de racionamiento, que daba derecho a ciertas cantidades del producto por persona.

Sin embargo, había maneras de eludir el racionamiento, especialmente en el momento de su producción. Bastaba con no declarar una cierta cantidad y pasarla al mercado negro. Un ejército de hombres y, a este nivel, sobre todo de mujeres se encargaba de traer las mercancías desde el campo a la ciudad; aquí adquirían, a cambio, cosas que podían ser interesantes en el medio rural, como medicamentos o tejidos.

Debido a su posición geográfica, el contrabando ha sido toda una tradición en Irun. Antes del establecimiento de la Aduana, cuando existía la alcaldía de sacas provincial, el delito era extraer productos (aquellos que la Diputación establecía), no introducirlos, salvo casos y ocasiones muy concretas. A partir de 1841, cuando se establece la Aduana, estará prohibido el comercio en ambos sentidos sin el pago de los correspondientes aranceles. El tránsito ilícito se hizo durante décadas en escalas muy diferentes, pero, en general, las mujeres han realizado un contrabando pequeño y doméstico. Y en cada momento destacaba aquello que resultaba escaso, de calidad inferior o que estaba de moda en Europa pero no llegaba a la península, como puntillas, sacarina, yogures, las vajillas duralex, Ricoré, café, o los pantalones Levis y los equipos de música en los años 70.

Este pequeño contrabando era casi universal en la ciudad, pero había mujeres que se dedicaban a ello profesionalmente. Algunas relatan cómo hacían cuatro viajes al día a Hendaia, uno en topo, otro en bici, otro por Santiago y el último por Behobia. También era común encontrar a bastantes mujeres en el lado hendaiarra esperando que el cambio de turno en la Guardia Civil hiciera entrar al trabajo al policía que, mediante el pago de una comisión o soborno, estaba dispuesto a hacer la vista gorda.

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