María Teresa de Austria (1638-1683) era hija de Felipe IV e Isabel de Francia. Su condición de princesa la convirtió desde muy pronto en una pieza clave para las alianzas políticas europeas. Efectivamente, como parte de las negociaciones para poner fin a la Guerra de los Treinta Años, su padre Felipe IV la comprometió con el rey francés Luis XIV. En 1659 se firmó el Tratado de los Pirineos en la Isla de los Faisanes, también conocida por este motivo como Isla de la Conferencia. Un año después, se planificó la boda, que debía llevarse a cabo en una localidad próxima a la frontera entre los dos países, motivo por el que Hondarribia fue escogida para la celebración. En aquel momento era muy común que los tratados de carácter político fueran ratificados a través de un enlace matrimonial y éste era particularmente señalado porque daba unión a dos de las dinastías reales más importantes de Europa: los Habsburgo y los Borbones.
La comitiva real, encabezada por el monarca y su hija, llegó a Hondarribia el 2 de junio de 1660. Junto a los nobles que los acompañaban, traían consigo centenares de criados, 500 soldados a caballo y 1.500 de infantería, además de 32 carros, 18 coches reales y otros 70 para el resto de acompañantes. El rey y la infanta se alojaron en el palacio de Carlos V. Para los habitantes de la ciudad tuvo que ser un auténtico espectáculo la llegada de semejante despliegue de lujo y ostentación .
Los desposorios tuvieron lugar al día siguiente en la iglesia parroquial, dándose la peculiar circunstancia de que el novio, Luis XIV, no asistió. Fue, por tanto, una boda por poderes, en la que el rey francés, alojado en San Juan de Luz, fue representado por Luis Méndez de Haro. Todo el protocolo de la corte se puso al servicio del acontecimiento. Los reyes y la infanta se trasladaron en carroza a la iglesia, a pesar de la cercanía del lugar en el que se alojaban. María Teresa vestía un traje de raso blanco bordado con flores de lis, símbolo de la monarquía francesa. Tuvo que presentarse una dispensa papal para que pudieran casarse, ya que los novios eran primos carnales, tanto por parte de padre como de madre. Como muestra de la trascendencia política de la unión, la infanta renunciaba a su derecho al trono de España.
Tras la ceremonia, de la que hoy en día hay constancia en una vidriera de la parroquia, se celebró un banquete en el castillo. El día 6, la nueva reina de Francia y su padre, el rey Felipe IV, se embarcaron en una góndola, ricamente adornada y decorada con motivos mitológicos, que les condujo a la Isla de los Faisanes. Allí les esperaba la reina madre de Francia, Ana de Austria, hermana del rey español, y el Cardenal Mazarino. Apareció por sorpresa el joven Luis XIV que, impaciente por conocer a su esposa, espió el encuentro desde la puerta del pabellón. Toda la organización y decoración de los pabellones de la isla, con lujosos tapices, había sido diseñada por el pintor Velázquez, que había inmortalizado a la infanta pocos años atrás y también se había encargado de la decoración del castillo. El encuentro oficial entre los esposos no tuvo lugar hasta el día siguiente, el 7 de junio, en el que María Teresa de Austria y Luis XIV firmaron el contrato matrimonial, confirmando legalmente su unión, como si de una segunda boda se tratara. El acto fue seguido por el juramento, por parte de Felipe IV y Luis XIV, de mantener la paz y amistad entre los dos países. La joven María Teresa no era más que un instrumento político en todo el entramado.
Una nueva vida comenzaba para la recién casada. Ese día se despidió de su padre y, desde la Isla de los Faisanes, se desplazó a la otra orilla para pisar, por primera vez, suelo francés. En San Juan de Luz, el día 9 de junio, repitieron la ceremonia del matrimonio, conducida por el obispo de Baiona, esta vez con la presencia de Luis XIV. Pocas mujeres habrá en la historia tan importantes como para celebrar tres veces una misma boda.
Lugar: castillo de Carlos V
La construcción del castillo, situado en el punto topográfico más alto de la ciudad, fue obra del rey navarro Sancho Abarca, aunque fue ampliado por Sancho el Sabio. Su aspecto actual se debe a la intervención de Carlos V, que unió las funciones de fortaleza y residencia imperial, con gran sobriedad. El edificio contaba entonces con distintas dependencias que incluían habitaciones, lugares para el aposento de las tropas, almacén y depósito de munición, calabozos y caballerizas. Sobre la puerta de entrada puede contemplarse el escudo imperial de Carlos V. En este lugar se alojaron la infanta María Teresa de Austria y su padre Felipe IV cuando acudieron a Hondarribia para el matrimonio real.
María Teresa de Austria (1638-1683) era hija de Felipe IV e Isabel de Francia. Su condición de princesa la convirtió desde muy pronto en una pieza clave para las alianzas políticas europeas. Efectivamente, como parte de las negociaciones para poner fin a la Guerra de los Treinta Años, su padre Felipe IV la comprometió con el rey francés Luis XIV. En 1659 se firmó el Tratado de los Pirineos en la Isla de los Faisanes, también conocida por este motivo como Isla de la Conferencia. Un año después, se planificó la boda, que debía llevarse a cabo en una localidad próxima a la frontera entre los dos países, motivo por el que Hondarribia fue escogida para la celebración. En aquel momento era muy común que los tratados de carácter político fueran ratificados a través de un enlace matrimonial y éste era particularmente señalado porque daba unión a dos de las dinastías reales más importantes de Europa: los Habsburgo y los Borbones.
La comitiva real, encabezada por el monarca y su hija, llegó a Hondarribia el 2 de junio de 1660. Junto a los nobles que los acompañaban, traían consigo centenares de criados, 500 soldados a caballo y 1.500 de infantería, además de 32 carros, 18 coches reales y otros 70 para el resto de acompañantes. El rey y la infanta se alojaron en el palacio de Carlos V. Para los habitantes de la ciudad tuvo que ser un auténtico espectáculo la llegada de semejante despliegue de lujo y ostentación .
Los desposorios tuvieron lugar al día siguiente en la iglesia parroquial, dándose la peculiar circunstancia de que el novio, Luis XIV, no asistió. Fue, por tanto, una boda por poderes, en la que el rey francés, alojado en San Juan de Luz, fue representado por Luis Méndez de Haro. Todo el protocolo de la corte se puso al servicio del acontecimiento. Los reyes y la infanta se trasladaron en carroza a la iglesia, a pesar de la cercanía del lugar en el que se alojaban. María Teresa vestía un traje de raso blanco bordado con flores de lis, símbolo de la monarquía francesa. Tuvo que presentarse una dispensa papal para que pudieran casarse, ya que los novios eran primos carnales, tanto por parte de padre como de madre. Como muestra de la trascendencia política de la unión, la infanta renunciaba a su derecho al trono de España.
Tras la ceremonia, de la que hoy en día hay constancia en una vidriera de la parroquia, se celebró un banquete en el castillo. El día 6, la nueva reina de Francia y su padre, el rey Felipe IV, se embarcaron en una góndola, ricamente adornada y decorada con motivos mitológicos, que les condujo a la Isla de los Faisanes. Allí les esperaba la reina madre de Francia, Ana de Austria, hermana del rey español, y el Cardenal Mazarino. Apareció por sorpresa el joven Luis XIV que, impaciente por conocer a su esposa, espió el encuentro desde la puerta del pabellón. Toda la organización y decoración de los pabellones de la isla, con lujosos tapices, había sido diseñada por el pintor Velázquez, que había inmortalizado a la infanta pocos años atrás y también se había encargado de la decoración del castillo. El encuentro oficial entre los esposos no tuvo lugar hasta el día siguiente, el 7 de junio, en el que María Teresa de Austria y Luis XIV firmaron el contrato matrimonial, confirmando legalmente su unión, como si de una segunda boda se tratara. El acto fue seguido por el juramento, por parte de Felipe IV y Luis XIV, de mantener la paz y amistad entre los dos países. La joven María Teresa no era más que un instrumento político en todo el entramado.
Una nueva vida comenzaba para la recién casada. Ese día se despidió de su padre y, desde la Isla de los Faisanes, se desplazó a la otra orilla para pisar, por primera vez, suelo francés. En San Juan de Luz, el día 9 de junio, repitieron la ceremonia del matrimonio, conducida por el obispo de Baiona, esta vez con la presencia de Luis XIV. Pocas mujeres habrá en la historia tan importantes como para celebrar tres veces una misma boda.
Lugar: castillo de Carlos V
La construcción del castillo, situado en el punto topográfico más alto de la ciudad, fue obra del rey navarro Sancho Abarca, aunque fue ampliado por Sancho el Sabio. Su aspecto actual se debe a la intervención de Carlos V, que unió las funciones de fortaleza y residencia imperial, con gran sobriedad. El edificio contaba entonces con distintas dependencias que incluían habitaciones, lugares para el aposento de las tropas, almacén y depósito de munición, calabozos y caballerizas. Sobre la puerta de entrada puede contemplarse el escudo imperial de Carlos V. En este lugar se alojaron la infanta María Teresa de Austria y su padre Felipe IV cuando acudieron a Hondarribia para el matrimonio real.