A principios de los 90, algunas mujeres de Hondarribia comenzaron a hablar y reflexionar sobre la participación de la mujer en el Alarde. La década de los 90 puede definirse como una era conservadora a nivel mundial. El Muro de Berlín fue derribado en el 89 y en el 91 se desintegró la Unión Soviética; así, el capitalismo se impuso a nivel mundial y se presentó como el único sistema que podía existir. En el Estado español también se había agotado el ciclo revolucionario y antifranquista de los años 60 y 70 y, en Euskal Herria, el conflicto vasco vivía los momentos más duros, marcada por la guerra sucia y la lucha armada. La fuerza y la capacidad de movilización que el Movimiento Feminista tuvo en los años 70 y 80 se vio condicionada por las divisiones internas, los logros y la institucionalización del feminismo, y llegó a la década de los 90 con poca fuerza. Por su parte, en la comarca del Bidasoa, tanto la deslocalización y el cierre de fábricas de los años 80, como la desaparición de las aduanas de 1995, acabaron con muchos empleos en Irun, y provocaron altos niveles de paro y un cambio radical en las dinámicas del pueblo. En Hondarribia, pese a que el auge del turismo influyó en el protagonismo de la pesca en la economía y en la identidad del pueblo, aquella época estuvo marcada por las luchas de los pescadores contra el uso de volantas o redes pelágicas.

La reflexión de algunas mujeres de Hondarribia en torno a la participación de las mujeres en el Alarde debe situarse, por lo tanto, dentro de ese contexto. En esa década conservadora, plantaron una semilla al compartir unas con otras esas reflexiones.

A partir de 1993, algunas mujeres que participaban en el seno o entorno de la Asociación de Mujeres Emeki enviaron al Ayuntamiento solicitudes para dialogar sobre la participación de las mujeres en el Alarde, ya que era el Ayuntamiento quien organizaba y financiaba el Alarde, junto con la Junta del Alarde y la Junta de Mandos. A pesar de las discrepancias que hubo entre las socias de Emeki, decidieron por votación llevar a cabo dichas peticiones en nombre de Emeki. Pese a que consiguieron celebrar alguna reunión, a partir de 1994 reinó el silencio por parte del Ayuntamiento y de la Junta del Alarde. En 1995 se comunicó la decisión de los Mandos del Alarde de que las mujeres seguirían participando exclusivamente como cantineras.

Con el fin de conocer la opinión de la ciudadanía y generar debate y reflexión fuera del Ayuntamiento y de la Junta del Alarde, Emeki realizó en ese mismo año una encuesta sobre la participación de las mujeres en el Alarde. Mientras tanto, estaba por decidir cómo abrirían el camino a la participación de las mujeres. Con la intención de cambiar lo menos posible el Alarde, decidieron que la mujeres saldrían como soldado, con los mismos roles, puestos y trajes que los hombres.

FOTOGRAFÍA: Compañía Jaizkibel

A principios de los 90, algunas mujeres de Hondarribia comenzaron a hablar y reflexionar sobre la participación de la mujer en el Alarde. La década de los 90 puede definirse como una era conservadora a nivel mundial. El Muro de Berlín fue derribado en el 89 y en el 91 se desintegró la Unión Soviética; así, el capitalismo se impuso a nivel mundial y se presentó como el único sistema que podía existir. En el Estado español también se había agotado el ciclo revolucionario y antifranquista de los años 60 y 70 y, en Euskal Herria, el conflicto vasco vivía los momentos más duros, marcada por la guerra sucia y la lucha armada. La fuerza y la capacidad de movilización que el Movimiento Feminista tuvo en los años 70 y 80 se vio condicionada por las divisiones internas, los logros y la institucionalización del feminismo, y llegó a la década de los 90 con poca fuerza. Por su parte, en la comarca del Bidasoa, tanto la deslocalización y el cierre de fábricas de los años 80, como la desaparición de las aduanas de 1995, acabaron con muchos empleos en Irun, y provocaron altos niveles de paro y un cambio radical en las dinámicas del pueblo. En Hondarribia, pese a que el auge del turismo influyó en el protagonismo de la pesca en la economía y en la identidad del pueblo, aquella época estuvo marcada por las luchas de los pescadores contra el uso de volantas o redes pelágicas.

La reflexión de algunas mujeres de Hondarribia en torno a la participación de las mujeres en el Alarde debe situarse, por lo tanto, dentro de ese contexto. En esa década conservadora, plantaron una semilla al compartir unas con otras esas reflexiones.

A partir de 1993, algunas mujeres que participaban en el seno o entorno de la Asociación de Mujeres Emeki enviaron al Ayuntamiento solicitudes para dialogar sobre la participación de las mujeres en el Alarde, ya que era el Ayuntamiento quien organizaba y financiaba el Alarde, junto con la Junta del Alarde y la Junta de Mandos. A pesar de las discrepancias que hubo entre las socias de Emeki, decidieron por votación llevar a cabo dichas peticiones en nombre de Emeki. Pese a que consiguieron celebrar alguna reunión, a partir de 1994 reinó el silencio por parte del Ayuntamiento y de la Junta del Alarde. En 1995 se comunicó la decisión de los Mandos del Alarde de que las mujeres seguirían participando exclusivamente como cantineras.

Con el fin de conocer la opinión de la ciudadanía y generar debate y reflexión fuera del Ayuntamiento y de la Junta del Alarde, Emeki realizó en ese mismo año una encuesta sobre la participación de las mujeres en el Alarde. Mientras tanto, estaba por decidir cómo abrirían el camino a la participación de las mujeres. Con la intención de cambiar lo menos posible el Alarde, decidieron que la mujeres saldrían como soldado, con los mismos roles, puestos y trajes que los hombres.

FOTOGRAFÍA: Compañía Jaizkibel

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