Aquí, a la entrada de la calle Ama Xantalen, estuvo situado uno de los más populares prostíbulos de Irun. La casa se quemó en los años 90.
No hay demasiadas huellas de las prostitutas en la documentación municipal, precisamente por el carácter de su trabajo, pero sí que hay algunas y a veces muy llamativas y curiosas. Llamativas eran, por ejemplo, las hijas del Guerrilla, unas hermanas que, hacia mediados del siglo XIX surgen una y otra vez para poner de manifiesto el modo de vida de las mujeres pobres y prostituidas en una sociedad profundamente conservadora e hipócrita. Así, las vemos como protagonistas del programa de regeneración – fallida – de las prostitutas que Policarpo de Balzola y Juan José de Olazabal diseñaron con el dinero de la herencia de José Peña; o como testigos de asesinato, o como víctimas de un traslado por haber contraído una enfermedad venérea.
Este, el de la sanidad, es otro motivo para que las prostitutas aparezcan en la documentación. En los años 20 y 30 del siglo pasado el ayuntamiento obligaba a las trabajadoras del sexo a pasar periódicos exámenes con el médico municipal, para garantizar que las enfermedades no se extendieran. Y, por fin, aparecen también en los censos, perfectamente identificadas y autodefinidas, algo que, por ejemplo, no ocurría con las obreras. Sabemos así que, en 1925, la casi totalidad de las mujeres que ejercían la prostitución en Irun eran de fuera de la ciudad. Seguramente, las mujeres prostituidas ejercían fuera de sus lugares de origen como medio de proteger la reputación de sus familias y tener una vida más anónima y libre.
Aquí, a la entrada de la calle Ama Xantalen, estuvo situado uno de los más populares prostíbulos de Irun. La casa se quemó en los años 90.
No hay demasiadas huellas de las prostitutas en la documentación municipal, precisamente por el carácter de su trabajo, pero sí que hay algunas y a veces muy llamativas y curiosas. Llamativas eran, por ejemplo, las hijas del Guerrilla, unas hermanas que, hacia mediados del siglo XIX surgen una y otra vez para poner de manifiesto el modo de vida de las mujeres pobres y prostituidas en una sociedad profundamente conservadora e hipócrita. Así, las vemos como protagonistas del programa de regeneración – fallida – de las prostitutas que Policarpo de Balzola y Juan José de Olazabal diseñaron con el dinero de la herencia de José Peña; o como testigos de asesinato, o como víctimas de un traslado por haber contraído una enfermedad venérea.
Este, el de la sanidad, es otro motivo para que las prostitutas aparezcan en la documentación. En los años 20 y 30 del siglo pasado el ayuntamiento obligaba a las trabajadoras del sexo a pasar periódicos exámenes con el médico municipal, para garantizar que las enfermedades no se extendieran. Y, por fin, aparecen también en los censos, perfectamente identificadas y autodefinidas, algo que, por ejemplo, no ocurría con las obreras. Sabemos así que, en 1925, la casi totalidad de las mujeres que ejercían la prostitución en Irun eran de fuera de la ciudad. Seguramente, las mujeres prostituidas ejercían fuera de sus lugares de origen como medio de proteger la reputación de sus familias y tener una vida más anónima y libre.