La mujer es considerada como el sexo débil… Al parecer no somos capaces de trabajar tanto como el hombre… Esta idea, sin embargo, fue creada hace tan solo 200 años, junto a la Burguesía.

Entonces crearon, por ejemplo, el corsé, aquel traje que no dejaba si quiera respirar.

La realidad, sin embargo, es bien distinta. Antes de la Revolución burguesa, y después de ella…las mujeres trabajaban, a destajo además. Las abuelas de nuestras abuelas empezaban a trabajar con 12 años y continuaban trabajando hasta que los viejos huesos lo permitan.

Eran criadas en casas pudientes o mozas de granja, trabajan en el comercio de las ciudades o en fábricas donde la salud laboral estaba ausente. En la literatura están muy presentes estas trabajadoras, no, sin embargo, en la historia. ya que desarrollaban quehaceres no recogidos en los censos, pero imprescindibles para la economía familiar.

Por su posición geográfica, las mujeres irunesas fueron también importantes comerciantes y recadistas a los dos lados del río Bidasoa, y casi siempre realizaban sus viajes andando, sin ningún tipo de ayuda.

Este trabajo ayudaba a las mujeres a comenzar desde abajo, si enviudaban o enfermaban sus hijos o maridos, esta era una forma de ganarse la vida, sin ningún tipo de inversión ni ayuda. Esta profesión daba la posibilidad de trabajar también a muchachas de poco más de 10 años.

Fuente de la foto: documental «Irungo emakumeak plazara»

Compraban productos difíciles de encontrar en Irun, como telas o medicamentos… pero también publicaciones de carácter político. Recibían por ello una comisión por parte de los comercios en los que compraban y un pequeño pago por parte de la persona a la que hacían el recado.

Pero, este trabajo que aportaba libertad y autonomía, también acarreaba una dura vida. No debía de ser fácil hacer el camino de Irun a Donostia y vuelta, en un solo día, y cargada hasta arriba. En los cortos días de invierno, volverían heladas y a oscuras… en aquel entonces en todo Irun solo había 13 farolas. Imaginemos la oscuridad que reinaba en los caminos de montaña por los que ellas circulaban y los peligros y amenazas a las que tendrían que enfrentarse.

Las abuelas de nuestras abuelas no eran mujeres miedosas y débiles, como han intentado contar.

Las mujeres, especialmente las de las clases más desfavorecidas, siempre han trabajado muy duro pero siempre han disfrutado de un nivel de libertad impensable en sus hermanas burguesas o nobles.

La mujer es considerada como el sexo débil… Al parecer no somos capaces de trabajar tanto como el hombre… Esta idea, sin embargo, fue creada hace tan solo 200 años, junto a la Burguesía.

Entonces crearon, por ejemplo, el corsé, aquel traje que no dejaba si quiera respirar.

La realidad, sin embargo, es bien distinta. Antes de la Revolución burguesa, y después de ella…las mujeres trabajaban, a destajo además. Las abuelas de nuestras abuelas empezaban a trabajar con 12 años y continuaban trabajando hasta que los viejos huesos lo permitan.

Eran criadas en casas pudientes o mozas de granja, trabajan en el comercio de las ciudades o en fábricas donde la salud laboral estaba ausente. En la literatura están muy presentes estas trabajadoras, no, sin embargo, en la historia. ya que desarrollaban quehaceres no recogidos en los censos, pero imprescindibles para la economía familiar.

Por su posición geográfica, las mujeres irunesas fueron también importantes comerciantes y recadistas a los dos lados del río Bidasoa, y casi siempre realizaban sus viajes andando, sin ningún tipo de ayuda.

Este trabajo ayudaba a las mujeres a comenzar desde abajo, si enviudaban o enfermaban sus hijos o maridos, esta era una forma de ganarse la vida, sin ningún tipo de inversión ni ayuda. Esta profesión daba la posibilidad de trabajar también a muchachas de poco más de 10 años.

Fuente de la foto: documental «Irungo emakumeak plazara»

Compraban productos difíciles de encontrar en Irun, como telas o medicamentos… pero también publicaciones de carácter político. Recibían por ello una comisión por parte de los comercios en los que compraban y un pequeño pago por parte de la persona a la que hacían el recado.

Pero, este trabajo que aportaba libertad y autonomía, también acarreaba una dura vida. No debía de ser fácil hacer el camino de Irun a Donostia y vuelta, en un solo día, y cargada hasta arriba. En los cortos días de invierno, volverían heladas y a oscuras… en aquel entonces en todo Irun solo había 13 farolas. Imaginemos la oscuridad que reinaba en los caminos de montaña por los que ellas circulaban y los peligros y amenazas a las que tendrían que enfrentarse.

Las abuelas de nuestras abuelas no eran mujeres miedosas y débiles, como han intentado contar.

Las mujeres, especialmente las de las clases más desfavorecidas, siempre han trabajado muy duro pero siempre han disfrutado de un nivel de libertad impensable en sus hermanas burguesas o nobles.

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