Trabajadoras entorno a la ADUANA Marchamadoras
Las primeras mujeres de la burguesía, que disponían de alguna formación, dieron el salto al mundo laboral mediante los oficios llamados de cuello blanco. Se convirtieron en oficinistas, telegrafistas, telefonistas, bibliotecarias o secretarias de los juzgados, trabajos todos ellos vinculados al sector público y a los que se accedía por oposición, donde el género no era un factor de discriminación. En Irun muchas encontraron trabajo en las agencias de aduanas o en las instalaciones oficiales vinculadas al tráfico fronterizo.
Pero, además de las oficinistas, había otras mujeres trabajando en la Aduana. Las marchamadoras se dedicaban a sellar los paquetes en tránsito, indicando que todo estaba conforme. La gran mayoría de marchamadoras desarrollaban su jornada en la oficina central, al final de la calle Aduana y estaban organizadas en su propia sección dentro de los sindicatos locales, junto a sus compañeros varones, los arrumbadores, encargados de la carga y descarga de los bultos.
Otro oficio unido a la Aduana era el de las matronas, encargadas de cachear a las mujeres sospechosas de contrabandear en la frontera.
Además, hubo también en Irun mujeres que fueron importantes propietarias de agencia de aduanas, como la Viuda de Fernández. Estas agencias de aduanas, que hacían de intermediarios entre el Estado y la ciudadanía en la declaración y pago de aranceles, dieron trabajo a muchísimos irundarras durante casi 150 años y contribuyeron a crear una parte del carácter local, hasta el cierre de la mayoría de los establecimientos en 1992, con la entrada en la Unión Europea.
Las primeras mujeres de la burguesía, que disponían de alguna formación, dieron el salto al mundo laboral mediante los oficios llamados de cuello blanco. Se convirtieron en oficinistas, telegrafistas, telefonistas, bibliotecarias o secretarias de los juzgados, trabajos todos ellos vinculados al sector público y a los que se accedía por oposición, donde el género no era un factor de discriminación. En Irun muchas encontraron trabajo en las agencias de aduanas o en las instalaciones oficiales vinculadas al tráfico fronterizo.
Pero, además de las oficinistas, había otras mujeres trabajando en la Aduana. Las marchamadoras se dedicaban a sellar los paquetes en tránsito, indicando que todo estaba conforme. La gran mayoría de marchamadoras desarrollaban su jornada en la oficina central, al final de la calle Aduana y estaban organizadas en su propia sección dentro de los sindicatos locales, junto a sus compañeros varones, los arrumbadores, encargados de la carga y descarga de los bultos.
Otro oficio unido a la Aduana era el de las matronas, encargadas de cachear a las mujeres sospechosas de contrabandear en la frontera.
Además, hubo también en Irun mujeres que fueron importantes propietarias de agencia de aduanas, como la Viuda de Fernández. Estas agencias de aduanas, que hacían de intermediarios entre el Estado y la ciudadanía en la declaración y pago de aranceles, dieron trabajo a muchísimos irundarras durante casi 150 años y contribuyeron a crear una parte del carácter local, hasta el cierre de la mayoría de los establecimientos en 1992, con la entrada en la Unión Europea.