Estamos en la calle Mayor de Irun que, hasta el desarrollo completo del paseo de Colón, fue una de las vías más elegantes de la Ciudad. Como tal, estaba ocupada sobre todo por la burguesía comercial y, en consecuencia, contaba con la mayor proporción de mujeres de servicio o criadas de distintos tipos.
Uno de ellos, el de las nodrizas, se desarrolló sobre todo a partir del siglo XIX. Hasta entonces, la burguesía tenía por costumbre, y como medida sanitaria, enviar a sus criaturas al campo, donde, en un ambiente más sano, vivían hasta que eran capaces de sentarse a la mesa. A partir del siglo XIX, sin embargo, las costumbres y las obligaciones de las mujeres cambiaron y los niños y niñas se criaron en casa. Surgió entonces el trabajo de las nodrizas, normalmente mujeres del campo, sanas y en situación de amamantar. Esto liberaba a las madres de esa obligación y, al mismo tiempo, las disponía para un nuevo embarazo, algo deseable en las grandes familias burguesas, en las que el número de hijos era un índice de riqueza.
Existían también las “nodrizas secas”, añas o ayas, que no amamantaban sino que se encargaban del cuidado de los niños y niñas de la familia. En cualquier caso, estas mujeres eran un personal de servicio privilegiado dentro de la casa, donde tenían obligaciones menos severas y menos control, además de estar mejor pagadas y más valoradas.
Hoy en día se recuerda la labor de las nodrizas dentro de los carnavales de Irun, en la fiesta de Iñudes y artzaias.
Estamos en la calle Mayor de Irun que, hasta el desarrollo completo del paseo de Colón, fue una de las vías más elegantes de la Ciudad. Como tal, estaba ocupada sobre todo por la burguesía comercial y, en consecuencia, contaba con la mayor proporción de mujeres de servicio o criadas de distintos tipos.
Uno de ellos, el de las nodrizas, se desarrolló sobre todo a partir del siglo XIX. Hasta entonces, la burguesía tenía por costumbre, y como medida sanitaria, enviar a sus criaturas al campo, donde, en un ambiente más sano, vivían hasta que eran capaces de sentarse a la mesa. A partir del siglo XIX, sin embargo, las costumbres y las obligaciones de las mujeres cambiaron y los niños y niñas se criaron en casa. Surgió entonces el trabajo de las nodrizas, normalmente mujeres del campo, sanas y en situación de amamantar. Esto liberaba a las madres de esa obligación y, al mismo tiempo, las disponía para un nuevo embarazo, algo deseable en las grandes familias burguesas, en las que el número de hijos era un índice de riqueza.
Existían también las “nodrizas secas”, añas o ayas, que no amamantaban sino que se encargaban del cuidado de los niños y niñas de la familia. En cualquier caso, estas mujeres eran un personal de servicio privilegiado dentro de la casa, donde tenían obligaciones menos severas y menos control, además de estar mejor pagadas y más valoradas.
Hoy en día se recuerda la labor de las nodrizas dentro de los carnavales de Irun, en la fiesta de Iñudes y artzaias.